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La vida en tiempos del Kali Yuga; sobrevivir y más allá en una época singular

 

Dedicado a A.B. por ser como el sol, con enorme luz natural

 

El interesante concepto hinduista de Kali Yuga, traducido como época oscura, de dolor, es simplemente una metáfora colorida del tiempo que vivimos, un tiempo particular y distinto a cualquier periodo anterior vivido por la humanidad, al menos que tengamos memoria y registro.
Con este artículo quiero señalar los enormes peligros y amenazas que nos aguardan, el brutal Zeitgeist, palabra alemana acuñada por el filósofo Hegel y que se traduce como el espíritu de los tiempos, es decir, el conjunto de ideas, tendencias y filosofías comunes de un grupo de personas, en este caso, del mundo occidental. Si nos dejamos llevar por este Zeitgeist, tendremos seguramente una vida bastante limitada cuando no directamente desaprovechada, tirada a la basura.


Desde luego que no hay nada peor que ver solo "los baches de un buen camino", como diría el teólogo Hans Kung, y muchos son los avances en muchos campos, desde la ciencia y la tecnología, la higiene, los derechos humanos y civiles, etc. Pero chirría ver avances tan destacados al lado de lagunas tan enormes, como si hubiéramos construido una enorme casa pero esta estuviera llena de basura, como les sucede a aquellos con el famoso síndrome de Diógenes. Quiero repasar algunas de estas lagunas que veo cada día, sobre todo en mi práctica como psicólogo clínico y ofrecerte un camino de salida a estos peligros que pueden fácilmente anegar nuestra vida y conducirnos a la más triste mediocridad, adicción, enfermedad, infelicidad.

 

Kali yuga, época oscura

 

Lagunas


Como digo, al lado de enormes avances, sobre todo materiales y muchos otros, veo lagunas terribles en las que los seres humanos, sobre todo en occidente, estamos encallados. Por supuesto que la gran  mayoría de ellas giran, sobre todo, alrededor de nuestra forma de concebir la vida, en occidente más hacia afuera que hacia adentro, claro, por nuestra tendencia a la excesiva comodidad, por nuestros grandes dioses, véase dinero, poder, sexo e imagen, como dijo el gran Machado "para que una sociedad cambie, han de cambiar sus dioses".
Veo claramente, desde mi posición, algunas lagunas con gran potencia para empeorar nuestras vidas, algunas son: superficialidad, narcisismo o selfing, movimientos fascistas, la sexualidad mal concebida o los videojuegos.


Voy a desarrollarlas brevemente:


Superficialidad


Decía Nietzsche que "el problema no es que el pozo esté turbio, el problema es que sea poco profundo". La superficialidad del "hombre light", que decía el psiquiatra Enrique Rojas, es paradigmática. La persona de hoy, repleta de estrés y prisa, acostumbrada a estar en una continua y adictiva hiperestimulación, va de oca en oca y tira porque le toca.


Recuerdo en este momento a una amiga bastante superficial que suele escuchar los veinte o treinta segundos de cada canción y pasa a la siguiente, ir en el coche con ella es curioso. No hay tiempo de entretenerse, todo o es ahora o lo descartamos.


Pero ser superficial es un enorme drama. Una frase oriental que a menudo recuerdo dice "solo lo profundo y espiritual es verdadero". Y yo lo creo así.
Es bien conocida la complejidad del ser humano, complejidad a la que le ha llevado su desarrollo como especie y como individuo. Justo al lado de capacidades increíbles como la empatía, la compasión o la creatividad, está “la mente de mono”, llamada así ese mente llena de avidez y apego, inconsciente e insaciable, "esa patología a la que el hombre fue abocado por los grandes traumas que sufrió en su supervivencia" dice el gran Claudio Naranjo. Perder la profundidad de ver nuestra profundidad y también nuestra miseria, paradójicamente, nos aboca a esta última. Y una persona sin profundidad es poco más que una marioneta. Una marioneta de sus propias emociones, que ni lejanamente comprende, y una marioneta del zeigeist, del ambiente global en el que tienen que ver tantos intereses, y tan sospechosos, por cierto. Ser superficial es entrar en una hermosa fiesta y quedarse en la entrada mirando de lejos. Es, como diría Steven Covey, ordenar las hamacas del Titanic mientras este se hunde, o en palabras de Anthony de Mello, ir en el autobús de la vida por un lugar increíble, pero sin darse cuenta de ello, porque se está peleando por el asiento que nos corresponde en el autocar. Ser superficial es una gran tragedia y no darse cuenta de ello es terrible.

 

Narcisismo o Selfing


"Una de las formas de favorecer el narcisismo que tiene nuestra cultura es exagerar la importancia de ganar. Vencer es lo único que importa, reza un dicho popular. Tal actitud minimiza los valores humanos y subordina los sentimientos de los demás a un objetivo que está por encima de todo: ganar, estar en la cumbre, ser el número uno. Sin embargo, el compromiso con esta meta también exige el sacrificio o negación de los propios sentimientos, porque nada debe obstaculizar el camino hacia el éxito. Pero la imagen de éxito sólo obtiene su poder para dominar la conducta cuando se niegan los sentimientos."


Estas son palabras del gran psicólogo Alexander Lowen en su libro, el título ya lo dice todo, "El narcisismo, la enfermedad de nuestro tiempo". En él habla de forma brillante de cómo nuestra cultura fomenta este narcisismo, esta terrible enfermedad que, en realidad no es quererse mucho a sí mismo, sino que es, muy literal con el mito griego, estar enamorado de una imagen de sí mismo y perder toda humanidad en esa imagen.


Recuerdo un caso de terapia donde una chica describía a su exnovio de forma precisa: frío, vigoréxico, desalmado.


En nuestra sociedad se le da menos importancia a ser padre/madre y esto, que en principio no tiene que ser algo malo, puede convertirse en revertir toda la energía en un hedonismo vacío, en un continuo homenaje a uno mismo que, a su vez, genera un territorio totalmente seco y yermo. No tener nadie a quien cuidar puede conducir a estar mirándose el ombligo continuamente, una tendencia, por cierto, que el ser humano posee por defecto, el llamado selfing, del que se habla en el mindfulness, una tendencia a pensar en sí mismo de forma compulsiva y casi ineluctable.


Tagore lo expresa tan bien como solía: yo soñé que la vida era alegría / desperté y vi que la vida era servicio / serví y vi que el servicio era alegría". Vivir con un propósito más allá de la propia e infructuosa búsqueda de placer o comodidad constante es, como bien sabía el psicólogo Viktor Frankl, algo necesario para una vida plena. "El enorme placer de hacer el bien", decía el gran Tolstoi, placer, en mi opinión, mucho mayor que conocer una persona muy atractiva y tener una esporádica noche de pasión. En mis terapias suelo recomendar, con excelentes resultados, un voluntariado, eso es, trabajar sin cobrar (de eso los jóvenes por desgracia saben mucho, por supuesto me refiero a algo diferente) y con actitud de servicio. Muchos clientes suelen pasar del escepticismo a convencerse que "ayudar es ayudarse".


Pero hoy en día, desde la superficialidad de la que hablamos, esta actitud de servicio se descarta. Hoy podemos ver el "ciudadano turista". Por supuesto que hacer turismo no es algo malo, pero hacerlo de forma compulsiva "smells fish", huele a huida y a necesidad de más estímulos para no aburrirse, es la actitud del nuevo rico que visita los países pobres de forma condescendiente, como harían los personajes de la excelente novela de Alberto Moravia "Los indiferentes".

 

Movimientos fascistas


Parece que no aprendemos. No basta haber visto esa fotografía icónica de aquella niña desnuda y quemada por el Napalm en la guerra de Vietnam, ni los campos de exterminio nazis, o los gulag soviéticos, o las prisiones o los niños muertos en las playas, o tantas absolutas burradas. Resulta que un gran número de ciudadanos europeos y americanos creen que lo que hace falta en el mundo es un "puño de hierro" que dé un golpe sobre la mesa de una vez y nos dejemos de tantas tonterías. Por eso ciudadanos Austríacos, nadando en la abundancia, o Finlandeses, qué decir, o de la artística y genial Italia, o de la reivindicativa Francia o de Hungría o de Brasil o de Polonia o de Estados Unidos, dicen que es tiempo de fascismo, de sacar los dientes y "no dejarse comer", America first, yo first, y a ti que te jodan porque esto es la jungla de la que hablaba el filósofo Hobbes donde o comes o eres comido, aunque dudo que muchos de estos nuevos y desorientados ciudadanos sepan quien es Hobbes o qué es al menos la filosofía.
Decía el gran Sábato en su novela "Sobre héroes y tumbas" algo así como qué esperanza podría tener el hombre si el país más culto y refinado del planeta (por Alemania) había generado las dos guerras mundiales que hemos sufrido. Desde luego tiene mucha razón, pero el problema no es ser más culto o menos, sino donde va ese conocimiento. Quizás sea hora de promocionar más la sabiduría y menos el conocimiento; como dice aquella frase oriental "Sabiduría es conocer de uno mismo, conocimiento es saber de los demás".


¡Qué miedo da esto, dónde irá a parar ese neofascismo, ese nuevo amor por las armas y la guerra, ese patriotismo desmadrado, ese nuevo racismo sutil! ¡Cuándo abriremos el sentido común y veremos, como dijo Jorge Drexler, que "un hombre no es más que un hombre y si hay dios, así lo quiso" en su estremecedora canción del Moro judío! O que “la palabra extranjero es una palabra fea inventada por dementes”, como dijo el gran Rafael Amor.

 

La sexualidad y las relaciones

 

Que tenemos una herencia de valores judeo-cristianos no es decir nada nuevo, valores seguramente bastante tristes y desde luego a superar: el pecado y la culpa, la negación del cuerpo y del placer, el poder de la iglesia, etc. Ahora bien, negar o ir en contra, no es lo mismo que superar. Cuando vamos a nuestra casa de Soria, vamos por la carretera de Burgos, en sentido norte, claro. Cuando volvemos a Madrid de nuevo, vamos en sentido contrario, pero por esa misma carretera, esto es, hacer lo contrario que lo que se propone es estar en la misma vía, aunque en sentido opuesto.


Me encuentro en terapia a menudo personas, sobre todo chicas, que me cuentan que se han ido rápidamente a la cama con tal chico, a la primera cita muchas veces, aunque a la pregunta ¿por qué tanta prisa? Me responden; no sé, me apetecía, es lo normal ¿no?


El ser humano, como homínido que es, basa gran parte de su conducta e incluso sus opiniones y personalidad copiando o imitando lo que ve a su alrededor, lo que comprende que es "lo normal". Desde luego que aquellas ideas judeo cristianas sobre sexo sólo en el matrimonio (y cuidado con él que el diablo se esconde en la carne...) son profundamente lamentables, en mi falible opinión. Pero dar lo más íntimo de uno mismo por defecto, por regla, es acabar con toda magia. Hay demasiada prisa, hemos olvidado a Machado que decía "no corras, ve despacio, que donde tienes que llegar es a ti mismo". Desde luego, el sexo, cuando es maduro y con la persona adecuada y de una forma sana, es pura magia, algo que aporta mucho a nuestra vida. Pero cuando se banaliza, y la persona actual es una experta en banalizarlo todo, cuando se reduce a una mera masturbación ajena, pierde gran parte, si no toda su magia y queda reducido a un intercambio de masturbaciones. Siempre me resultó sorprendente en aquellas películas donde, recuerdo a Michael Douglas, teniendo un sexo rápido y esporádico con alguna atractiva chica, por ejemplo en un ascensor, decía "fue el polvo del siglo". ¿Cómo el polvo del siglo en un ascensor? ¿Lo dice en serio?.¿Cuánto pudo durar, 3 minutos, 11 minutos como la famosa novela de Coelho? Eso no es sexo humano, eso, como mucho es sexo animal y para un león o un gato puede estar bien, para un humano no, en mi opinión. Desde oriente y su profunda investigación nos ha llegado un legado de estudio sobre la sexualidad humana desde el famoso Kama Sutra, obviado, como casi todo, por la persona herida de superficialidad. Pero en las relaciones y el sexo y todo se queda ahí, en las puertas de la vida, y ahí muere; "estáis muertos, qué extraña manera de estarse muertos" decía el poeta César Vallejo.


Y punto y aparte merece el acceso a la pornografía. Desde luego, que nada de malo, si es sana y bien usada, ha de tener la pornografía, puede ser un acceso a la sexualidad, por ejemplo, para algunas personas. Ahora bien, lo terrible, lo que da pánico es tener acceso en 10 segundos a contenidos explícitamente sexuales y diría que parafílicos. Un estudio reciente dice que los niños se inician en el porno a los 8 años. Sí, sí, no es una errata, a los 8 años ya están viendo porno, y a los 14 están más que hechos a verlo y a utilizarlo como material de masturbación. Desde luego, todos los hombres sanos del planeta, y cada vez más mujeres, han utilizado, sobre todo en su adolescencia, la masturbación. Pero no es lo mismo masturbarse con una foto o un video sexual, a masturbarse con no sé qué parafilia de varios tipos haciendo no sé qué cosa a una chica. El problema es que el sexo puede tener los efectos de una droga, el cuerpo va creando tolerancia, lo cual significa que necesitamos más cantidad o más fuerte, en el caso del sexo, más morboso, para alcanzar los efectos. Imaginemos a ese niño iniciado a los 8 que a los 14 ha visto más sexo y más bizarro que la mayoría de los adultos de mi generación. ¿Qué necesitará ese joven para excitarse? ¿Y cuando tenga pareja, qué clases de perversiones necesitará para ponerse a tono? Por supuesto que no hablo desde ningún punto de vista conservador y el sexo y también la creatividad en ello es estupenda; si es consentido y sano y entre adultos, los límites los ha de poner cada uno. Pero otra cosa es ofrecer gratuita y accesiblemente pornografía y además parafílica y bizarra en barra libre. ¿Por qué narices se consiente esto? ¿Nos sorprendemos luego que el consumo de prostitución aumente? ¿O que las violaciones en grupo sean una nueva forma de diversión? Me gustaría que vieras la extraordinaria y muy dura película Lilya 4-ever, que narra de forma preciosa la dramática historia de una niña iniciada en el mundo de la prostitución. Si tienes un mínimo de sensibilidad, no volverás a ver un vídeo pornográfico o una pobre prostituta sin pensar si es una Lilya, y sentir una punzada profunda de compasión y de estremecimiento.

 

Los videojuegos


"¿También te parecen mal los videojuegos? Joder, macho, no dejas títere con cabeza", me dijo en terapia un adolescente muy precoz, a los 15 años le faltaban pocas cosas que probar en la vida.


Desde luego que reconozco la parte positiva de los videojuegos, la enorme capacidad tecnológica y creativa de la que parten. En otra ocasión, ese mismo adolescente me dijo, "mira, tú me criticas porque juego mucho, pero a ti te gusta el fútbol y te tiras dos horas viendo a millonarios correr detrás de un balón, es más elevado eso que jugar?", lo cual me dejó sin palabras y me hizo dudar de si volver a admitir en terapia chicos superdotados como éste que eran capaces de dejarme sin palabras...


El problema de los videojuegos es que son un negocio bestial, más allá que cualquier otro entretenimiento, incluso las series o el cine. Una poderosísima industria crea juegos cada vez más adictivos, y esto es mucho decir, pues todos sabemos lo adictivos que pueden ser hasta los juegos más sencillos. La capacidad para atraer nuestra atención es brutal. He visto en terapia cientos de casos de adictos a los videojuegos o familiares de adictos, preocupados por esta adicción. Y además son cada vez más poderosos, más sofisticados, se crean mundos y se comparte todo online.
Desde luego que, aceptando su parte positiva, veo los videojuegos como un mal necesario y muy enraizado, que es preciso controlar o gestionar. Es tan fácil caer en las garras de una adicción a ello y es un tiempo, en general, tan desperdiciado, un ocio completamente inerte, sin nada que ofrecer. Es preciso seducir a los jóvenes y no tan jóvenes de que la vida está más allá de las pantallas, que eso es una recreación, no burda, porque es muy sofisticada, pero que aunque la vida pueda parecer menos estimulante, es extraordinaria y apasionante. No podemos dejar a nuestros jóvenes en este suicidio espiritual, en mi opinión, que es la adicción o el abuso a los videojuegos y a la pantallas.

 

¿Qué hacer ante estas lagunas?


Uff, dan miedo tantos peligros y muchos otros que no comento, desde el cambio climático al materialismo; peligros para la supervivencia de la especie y, más a corto plazo, para tener una vida digna de ser así llamada; sana, intensa, profunda, creativa, productiva.
Para moverte en esa dirección, te aconsejo:

 

- Compra un bonito cuaderno y utilízalo para reflexionar en profundidad sobre ti mism@; hazte preguntas como:

 

¿Realmente veo que el zeitgeist, los valores que fomenta la cultura son nocivos en alguna medida?
¿En qué grado me dejo llevar o influir por estos valores?
¿Quién quiero ser, cómo quiero vivir?
¿Cómo me imagino en diez años, y cómo van a influir en ese futuro mis planteamientos y mi tipo de vida?
¿Soy una persona, como la gran mayoría en nuestro entorno, herida de superficialidad?
¿Soy una persona, como la gran mayoría en nuestro entorno, que piensa casi obsesivamente en sí misma, una persona egocéntrica?
¿Cómo son mis relaciones y cómo quiero que sean?
¿Cómo es mi vida sexual y cómo quiero que sea?
¿Qué relación tengo con el ocio, tengo un ocio constructivo?


- De esa profunda reflexión, puede emerger mucha luz y comprensión personal. Entonces estarás en buena disposición para empezar a ser consciente de esos valores culturales y de cómo te afectan; cómo te afecta ese narcisismo o egocentrismo, tan común, por desgracia, esa superficialidad, ese exceso de comodidad tan peligroso, ese extremismo en las ideas que aparece como "enfermedad espiritual" cuando uno es menos profundo que la piscina de los bebés; cómo te afectan esos valores sexuales y de relación, ese afán de hedonismo, del "carpe diem", de disfrutar de la forma más sencilla y sin complicarse la vida. Pero la vida es y ha de ser complicada, además de maravillosa. Pero tu negligencia, que es literalmente negarse a elegir, (legere=elegir) puede anegarlo todo y te puede convertir en un ser neurótico, amargado, gris y subdesarrollado.

 

- Lee todo lo que puedas, no creas a nadie ni a nada sino a tu propia experiencia, como el hombre más sabio que ha existido y que se llamó Siddhartha Gautama, el buda; investiga, despierta, ama o sufre con todo tu ser (entre el dolor y la nada elijo el dolor, decía Faulkner). Aléjate de la avidez, de lo compulsivo, aprende a meditar y a dejar de huir. Haz el amor solo con quien ames y de forma muy lenta y detallada, preguntándote como se preguntaba el poeta Benedetti ¿y si esta fuera la última vez?.

 

Tu vida, para mal o para bien, está en tu mano.

 

Jose Bravo, 2019

 

 

 

 

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