La película francesa “La suerte del ganador” es una comedia negra muy curiosa. En principio, parece una película sin ninguna pretensión, un simple entretenimiento, en gran parte lo es, pero tiene también una parte muy interesante. Cuenta, en clave de comedia negra, las historias de varias personas que tienen la “suerte” de ser las agraciadas con un gran premio en lotería. Curiosamente, y justo en contra de lo que la mayoría pensaría, ese golpe de suerte, no lo es tanto por circunstancias rocambolescas, pero que da mucho que pensar.
Esta película me recordó otra que vi hace años y me gustó mucho, ésta en clave dramática o thriller, llamada “Un plan sencillo”. En esta película, unos amigos encuentran una enorme cantidad de dinero en una avioneta estrellada; no saben muy bien qué hacer con ese dinero y deciden que uno lo guarde esperando si lo reclama alguien, y desde ahí las cosas empiezan a complicarse bastante. Muy distinta en su planteamiento y su tono, pero que me lleva a unas reflexiones muy parecidas.
Ambas películas vienen a decir, en mi subjetiva interpretación que, como dice en una canción el gran Jorge Drexler: “la vida es más compleja de lo que parece”, que a veces un golpe de suerte es la peor cosa que te puede pasar; o como dice el Dalai Lama, “que a veces las cosas no salgan como quieres es un golpe de suerte”. La pregunta a la que nos llevan estas dos películas es: ¿Por qué pensamos que existen cosas absolutamente buenas que, si las conseguimos, seremos personas felices para siempre y dedicamos la mayor parte de nuestra vida y nuestra energía a conseguirlas? La pregunta es por qué pensamos con tanta simpleza, con tanto reduccionismo, lo que yo llamo pensar en dos dimensiones.
La vida en dos dimensiones significa ver la vida sin profundidad, verla de forma reduccionista, sencilla, creyendo, por ejemplo, ingenuamente, que hay cosas rotundamente buenas y que tenerlas nos hará muy dichosos y acabará con todos nuestros problemas y dificultades. Curiosamente, esas cosas suelen ser las que hemos sido adoctrinados a alabar, especialmente el dinero y el “tener” en general. Como dicen en la radio: “qué extraña coincidencia”.
Por ejemplo, pensar que si te toca la lotería y recibes una ingente cantidad de dinero es, para la mayoría, pensar en lo extraordinaria que sería su vida, en lo mucho que mejoraría y en todas las cosas que podría hacer y ahora no hace. “El dinero es algo extraordinario, algo rotundamente bueno, pues cuánto más mejor”, eso está en la raíz de nuestro ideario como cultura. Antonio Machado decía: “las sociedades solo cambian cuando cambian sus dioses”, nuestro Dios es claramente el dinero y el tener.
Pero estas dos películas nos presentan otras realidades. Estas películas se salen de los valores en boga (¿hipnosis colectiva?) que hemos sufrido desde niños: “dinero y trabajo son lo esencial” (“me lo decía mi abuelito, me lo decía mi papá” - dice el famoso poema de Goytisolo) y apuntan a ver la vida en mayor profundidad, en tres dimensiones.
Pensar en la vida en tres dimensiones tiene que ver con entender la vida humana y la psique como un sistema muy complejo, con muchos contrapesos, con muchas energías, algunas conocidas y otras que desconocemos. Una bonita frase dice: ”nuestra vida no es nuestra, porque aunque sabemos lo que hacemos no sabemos por qué lo hacemos”. Es decir, según esta frase, la razón última o la motivación última de nuestra forma de ser en gran medida se nos escapa.
Por tanto, sin este conocimiento que precede a la posibilidad de autogestión, pensar que nuestra mente no sufrirá un gran impacto con la energía suscitada por la gran suma de dinero es bastante ingenuo. Es decir, dicho en mi idioma natal, el vallecano, que pensar que no se te va ir la olla y que vas a gestionar lo que ocurra sin más, con esa gran serenidad y sabiduría que todos creemos tener (hasta que vemos que no es así).
Pensar que hay bienes absolutos y que estos serán la solución final es bastante insensato. ¿Qué pasa, por ejemplo, si pensamos que el sexo es rotundamente un bien absoluto y cuanto más mejor, si tenemos la “suerte” de ser personas muy atractivas y tener mucho sexo con parejas diferentes? ¿Realmente nuestra vida será extraordinaria, feliz?
He tenido en terapia más de una persona adicta al sexo, que, con este pensamiento de raíz, pensamiento en dos dimensiones, empezó introduciéndose en un mundo del deseo y fue descubriendo que, como se dice en Oriente “el deseo es como beber agua salada”, es decir parece que te calma la sed pero en realidad te da mucha más. El sexo con sentido, con amor, sexo completo, que no genitalidad, es algo estremecedor, milagroso. Pero ese mismo sexo, estremecedor o milagroso, puede ser algo increíblemente lamentable y que nos lleve al infierno entre infiernos. Pero el pensamiento en dos dimensiones no es capaz de ver el yang en el yin ni viceversa.
Recuerdo, por ejemplo el fenómeno, de las groupies de los grupos de rock, mi admirado grupo Led Zeppelin cuenta en sus biografías, y creo que es un ejemplo muy generalizable, como las jóvenes groupies, enloquecidas se lanzaban a sus brazos. Cualquier hombre parece que se hubiera puesto muy contento de tener tanto éxito sexual. Pero el grupo cuenta cómo esto les complicó la vida pues fueron ascendiendo en una dinámica de sexo bizarro (en todas las adicciones se crea esta tolerancia, lo normal aburre y va ascenciendo en su complejidad), drogas y alcohol, el ideal de rock and roll que acabó matando a uno de ellos, el baterista John Bonham, ahogado en su propio vómito, y por conseguiente, acabando con este talentoso grupo.
El psicólogo Alexander Lowen también habla de la terrible maldición que es ser extremadamente atractivo, aunque desde la visión de dos dimensiones esto parezca una estupidez, pues desde ese limitado punto de vista, el sexo y el placer en general son un bien rotundo y absoluto, y cuánto más mejor. El maestro budista Milarepa dijo: “el placer nunca da lo que promete”. Por supuesto que esto no es una apología de rechazar o huir del placer, sino de ver el peligro que hay en él y actuar en consecuencia.
Una vez en un curso de Mindfulness una persona, hablando del poder relativo del dinero, me dijo muy cabreada que no tenía ni idea de lo que estaba diciendo, que él lo pasaba muy mal por el tema económico y que una buena cantidad de dinero le ayudaría a sentirse mucho mejor. Yo le dije: “entiendo tus dificultades y me parece muy sensato querer dejar de tener estas dificultades, pero tienes que tener cuidado con el fenómeno que yo llamo zapato nuevo. Imagínate, le dije, que te compras unos zapatos muy bonitos, y vas a trabajar con ellos, en principio parecen quedarte bien, pero al rato empiezas a darte cuenta de que te aprietan en un dedo, al rato de andar te das cuenta del daño horrible que te hacen, a media mañana no soportas más, a veces te los quitas y respiras unos segundos, pero, no vas a comprarte otros por el camino, tendrás que llegar a casa con ellos puestos. Así que emprendes el viaje a casa con un dolor imposible, estás rabiando de dolor, en ese momento toda tu vida está en tus zapatos, darías cualquier cosa por poderte cambiar inmediatamente los zapatos, pero no puedes. Desde luego que querer cambiar los zapatos por otros que no te hagan daño es una idea muy buena, ahora bien, imagínate que, en tu desesperación, te crees que, por cambiar tus zapatos, tu vida va a ser maravillosa. Estamos volviendo a ver la vida en dos dimensiones. Desde luego que quitarte los zapatos y ponerte unos cómodos sería algo muy sensato, pero al rato los zapatos y los pies en sí se olvidan y otras cosas te preocupan, tu vida no ha sido maravillosa por cambiarte los zapatos a unos cómodos, si reflexionaras un poco sobre esto, verías la cantidad de veces que estamos creyendo ingenuamente que por cambiar nuestros zapatos a unos cómodos, es decir, por que terminemos con nuestras dificultades económicas, por tener una pareja más sexy o con mejor carácter, por cambiar de casa, o cualquier otra cosa, mi vida sería maravillosa. Pero en realidad, cuando arreglo un problema, normalmente descubro que llega otro u otros que estaban escondidos detrás de este primero. Lo que no descubriremos la mayoría es que el problema pueda tener que ver con nuestra propia mente conflictiva, con nuestra propia inmadurez y esa insatisfacción básica, esa insatisfacción de raíz que en el budismo se llama Dukha.”
Esto no quiere decir que cambiar cualquier cosa o mejorarla sea una mala idea, significa lo erróneo que es pensar en dos dimensiones, creer que nuestra felicidad depende más de lo que tenemos que de lo que somos.
Creo que hay una clara diferencia entre la ingenuidad, la confusión o la inmadurez de pensar en dos dimensiones, y la sabiduría de ver en tres dimensiones. Y esta sabiduría no tiene que ver con el simple conocimiento o la acumulación de datos, como nos hemos creído en nuestra cultura.
Para mí, el pensamiento en dos dimensiones tiene que ver con:
-Ser un ultra, en alguna medida. Un ultra ortodoxo es aquella persona apegada a una ideología o creencia o a cualquier otro clavo ardiendo. Esto no quiere decir que tener ideales o formas de pensar sea errado, es más bien, agarrarse a ellas y pensar que son el bien absoluto (y los demás están equivocados, claro).
-Vivir sin crecer, malgastar el tiempo, abrazar la pereza o la acidia, descuidarse y desperdiciar esa mente maravillosa de la que somos poseedores.
-Vivir sin cuestionar los valores y planteamientos de la época en la que vivimos, ese Zeitgeist o espíritu del tiempo, que dijo el filósofo Hegel. Los nuestros, en mi humilde opinión, son el dinero, el hedonismo, la necesititis (como dice Santandreu) y la superficialidad.
-Vivir sin cuestionar los modos de vida, en este caso, tan apegados a la tecnología, a las embrutecedoras redes sociales, al afán de lucro, al “ande yo caliente”, como decía el poema de Góngora.
-Vivir cerca del nihilismo, esto es, de la negación de que la vida sea algo más que un sinsentido, una brutal casualidad. Este nihilismo tiene que ver con la arrogancia de esta época, en la que hemos perdido a Sócrates y su famoso “sólo sé que no sé nada”. Nos creemos tan listos y tan estupendos (tan listos y tan estupendos que vamos camino a quemar literalmente el planeta en el que vivimos…)
Ver en tres dimensiones, tiene que ver con cultivarse, con investigar, con ser un buscador, en el mejor de los significados, y es la única vida que tiene sentido, en mi visión. Las dos dimensiones nos conducirán irremediablemente a una vida mediocre, gris, chata, triste. Creo que las tres dimensiones nos conducirán a otro punto muy diferente y a otra vida muy distinta.
Yo afirmo (y lo hago sin estar drogado ni bebido aunque no lo puedas creer…) que nuestro bienestar tiene más que ver con lo que somos que con lo que tenemos, lo cual no quiere decir que lo que tengamos nos sea importante. ¿Cómo te quedas?
Jose Bravo
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